«En Venecia [...] deja que la calle
decida por sí sola tu recorrido,
y que no sea el recorrido el que te haga elegir las
calles.
Aprende a vagar, a deambular.
Desoriéntate, holgazanea».
Tiziano Scarpa
29
de junio de 2013 -
Pasear por
Venecia, sobre todo para un “foresto”
(en dialecto veneciano, una persona que
viene de “fôra”, es decir, desde afuera)
siempre es una aventura increíble, llena de
descubrimientos y curiosidades.
Por ejemplo,
se podrá descubrir que Venecia sólo tiene
dos “canales”, propiamente dichos: el Gran
Canal (Canalaso) y el Canal de la Giudecca
(los canales más pequeños se llaman “Rii”, o
ríos en español). En toda la ciudad, además,
existe sólo una calle: Strada Nova, y
únicamente hay dos “vías”: Via Garibaldi y
Via 22 de Marzo. Todas las demás se llaman “calli”
(del latín callis = sendero) nombre
con el que se indican caminos bastante
largos y estrechos. En lo que se refiere a
las “plazas”, Venecia sólo cuenta con una,
impresionante, elegante y prestigiosa: la
Plaza de San Marcos. Las otras plazas,
obviamente menos importantes, son llamadas
“campos”, ya que en la antigüedad se
utilizaban como huertos. Los campos en
frente de las iglesias eran usados a menudo
como camposantos, o sea, cementerios. Los
campos de menor tamaño (o incluso los
espacios abiertos) eran llamados “Campielli”.
Venecia. Via Garibaldi.
En conjunto, los nombres de las vías de
comunicación de Venecia representan un
verdadero desafío mental. Antes de perderse
en el laberinto de las estrechas calles y
puentes de esta milenaria ciudad, es
recomendable echar un vistazo al glosario de
términos ... de la circulación peatonal
veneciana: ¡podría ser una herramienta
indispensable para la supervivencia!
Por ejemplo, una calle también podría llevar
el nombre de salizzada, ruga,
fondamenta, riva ...
“Salizzada” (literalmente, pavimentada): se
le llama así a una calle ancha y de especial
importancia. En el pasado estas calles,
precisamente por su importancia, fueron las
primeras en ser pavimentadas con los
tradicionales adoquines de color gris,
mientras que para las otras se utilizaban
ladrillos, dispuestos en espiguilla.
La “ruga” (del francés “rue”, un legado del
breve gobierno de Napoleón) es una calle
donde se encuentran tiendas y casas.
Si, en cambio, un camino está flanqueado
sólo por un lado por las paredes de los
edificios, mientras que del otro se
encuentra un canal, entonces se le llama “fondamenta”
(cimientos). Las fondamenta se llaman
así porque sirven de base a los edificios
adyacentes. Siempre cuentan con bitas para
el amarre de las embarcaciones.
Finalmente, se define “riva” una
fondamenta más amplia, donde hay espacio
suficiente durante todo el día para amarrar
fácilmente lanchas y dejar paso a los
transeúntes.
A
lo largo del camino (precisamente), también
nos podemos topar con un un “Rio Terà”, o
sea, un antiguo canal enterrado que se
convirtió en una calle.
Para hacer las cosas aún más complicadas,
las calles de Venecia tienen asignados
números sobre la base del “sestiere”. El
sestiere es una de las seis zonas en las
que se divide la ciudad. Corresponde al
concepto de barrio (en italiano quartiere)
de las otras ciudades continentales, que
idealmente representa la cuarta parte del
campamento romano
[1].
En cada sestiere, cada casa tiene un
número único, y cada vez que se pasa a un
nuevo sestiere la numeración vuelve a
comenzar a partir del 1. Además, los números
pares y los nones están acomodados según una
lógica secuencial, no se sigue la regla de
los números pares en una cera y los nones en
la otra. ¡Terrible lío!
Los nizioleti
se pintan siempre a mano, utilizando
plantillas para las letras.
Otra característica de Venecia son los
letreros para nombrar las calles. Los
nombres no son, como en todas partes,
grabados en placas de piedra, sino que están
pintados sobre rectángulos de cal, llamados
“nizioleti” (pequeñas sábanas). Se trata de
verdaderos frescos, y de hecho los nombres
de las calles, de los canales o las
indicaciones hacia los puntos cruciales de
la ciudad, están pintados directamente sobre
las paredes de las casas, dentro de un
rectángulo de color blanco (de ahí el
nombre) rodeado por un cuadro negro. En la
antigüedad, pasear durante la noche en
Venecia era muy arriesgado debido a la
oscuridad. En la oscuridad de las calles se
podían encontrar criminales sin escrúpulos o
bromistas que cortaban la ropa de los
nobles. Se recurrió entonces a la
iluminación de las calles con lámparas de
aceite, los “cesendelli” (del latín
cicindèla = luciérnaga). Luego, para una
mayor seguridad de los transeúntes, se
empezaron a utilizar los “còdega”. Eran
personas equipadas con lámparas que quemaban
grasa animal (de codega = piel de
cerdo) que, a cambio de dinero, acompañaban
a los desvelados a sus hogares.
No hay un lugar en Venecia que no sea
intrigante ... curiosidad, secretos,
misterios.
Por ejemplo, entre los muchos tesoros
contenidos en la Basílica de San Marcos, hay
un bajo relieve, en la capilla del Zen, que
representa a la Virgen con el Niño: se dice
que esta escultura fue tallada en la piedra
de la que Moisés hizo brotar el agua que
calmó la sed de los Judíos en el desierto.
También en San Marcos, en el baptisterio, se
venera otra piedra, teñida de rojo: se cree
que es aquella en la que cayó la cabeza de
Juan el Bautista, decapitado por orden de
Herodes.
El símbolo de Venecia, muchos lo saben, es
el león alado con un libro abierto bajo la
pata delantera derecha, con la inscripción
“Pax tibi Marce evangelista meus” (= la paz
sea contigo, Marcos, mi evangelista). Sin
embargo, cuando Venecia se encontraba en
guerra, el León de San Marcos cambiaba de
actitud: en los diversos documentos en los
que los historiadores se referían a él, era
representado sosteniendo una espada. De
todos modos, la mayoría de los “leones” fue
destruida por las tropas napoleónicas en
1797. Los que vemos hoy en día son casi
todos copias. Incluso hoy, desde la plaza de
San Marcos, se alcanzan a ver hasta 13
“leones”.
Las campanas de San Marcos.
Incluso las campanas colocadas en la torre
de San Marcos están relacionadas con hechos
curiosos que no todos conocen. Hay cinco de
ellas, y cada una tiene un nombre: la “Renghiera”
(pronunciado “renguiera”) anunciaba las
sentencias capitales que se llevaban a cabo;
la “Marangona” marcaba el horario de trabajo
de los carpinteros (= Marangoni) del
astillero,; la “Pregadi” inqdicaba la
reunión de los senadores (= este término
proviene del hecho de que los gobernantes
acostumbraban enviar a las casas de los
senadores miembros del ““Consejo de los
Rogati” (Pregadi), sus “comandadori”
(mensajeros) para rogar a cada senador que
acudiera a la reunión. Las palabras que los
mensajeros pronunciaban eran «Pregadi para
la Tierra» donde con el término Tierra —en
aquel entonces— se referían a la ciudad de
Venecia); la “Trottera” invitaba a los
nobles de Venecia a poner sus caballos al
trote para no llegar tarde a sus reuniones
en el Palacio Ducal y, por último, la “Mezzana”
que marcaba el mediodía.
Otra curiosidad no conocida por todos: ¿Por
qué, al menos en Italia, todas las campanas
de las iglesias suenan al mediodía? Esta es
una tradición que se remonta a la batalla de
Lepanto, que se llevó a cabo en el Golfo de
Patras el domingo 7 de octubre de 1571 entre
las flota musulmana del Imperio Otomano y la
cristiana de la Liga Santa. Ese día, se dice
que —en Roma— el Papa Pío V tuvo una visión
y exclamó: «¡Son las 12, que suenen las
campanas, ganamos en Lepanto, gracias a la
intercesión de la Santísima Virgen!». (Por
cierto, la noticia de la victoria llegó a
Roma 23 días después). Desde entonces se
volvió costumbre que al filo del mediodía se
echen a sonar las campanas.
Pero no se puede hablar de Venecia sin
mencionar la “góndola”, símbolo de la ciudad
desde hace más de un milenio. La etimología
de la palabra es muy discutida, tal vez
deriva de un cruce entre el verbo “dondolare”
(“mecerse”, en italiano) y el griego
medieval κονδοῦρα, kondura, barco de cola
corta, o tal vez del latín cunula,
cuna. Anteriormente servía como enlace entre
los diferentes puntos de la ciudad, que en
esa época tenía muchos más canales y menos
puentes.
(Hoy en día hay 417 puentes!). Elegante,
silenciosa, aún pintada de negro según el
antiguo decreto de la República Serenísima
(1633), con 11 metros de largo, ligeramente
asimétrica y de fondo plano: incluso los
extranjeros saben (casi) todo acerca de la
góndola. Saben que el gondolero la mueve con
un solo remo y que el remo se apoya sobre un
soporte de forma extraña llamado “fórcola”.
Y que el hierro en la proa se llama “dolfin”
(= delfín, por similitud, el que representa
a los 6 distritos de la ciudad y el sombrero
del Dux), mientras que el hierro de la popa
se llama “rìsso” (= rizo). Puede ser que la
mayoría de las personas no sepa que el
conjunto de 280 piezas de madera —de
diferentes tipos— que componen una góndola,
puede tardar más de un año de trabajo
especializado.
La simbología del adorno frontal de las
góndolas (nota
1).
El hecho es que cuando paseas por Venecia,
te das cuenta que siempre estás solo.
Vagando por las calles y las plazas —incluso
entre un millar de personas— estás a solas
con ella: la silenciosa y fabulosa ciudad de
las góndolas.
Luces difuminadas por sombras translúcidas.
Casi ningún ruido. Venecia, durante el día,
parece perezosamente apoyada a lo largo de
la “ese torcida” del Gran Canal: callada y
astuta como un gato esplendoroso. Luego, a
medida que el sol se va apagando, la ciudad
se recuesta en la cama de su laguna
plateada, en un sopor cada vez más
silencioso.
Ciudad-de-las-calles-de-agua, Venecia parece
convertirse, con la magia de la noche, en
una verdadera ciudad-líquida que bordea con
calma y solemnidad. Serena. Es más:
¡Serenísima!
Pensándolo bien, en Venecia, todo el mundo,
tanto a los pobres como los ricos, se mueven
... a pie.
Aquí es imposible ostentar aquél ridículo
símbolo de estatus que, en otros lugares, es
el automóvil: patética declaración de
impuestos sobre cuatro ruedas. En este
sentido, las calles de Venecia, tan angostas
y estrechas que a veces puede pasar sólo un
peatón a la vez, eliminan completamente las
desigualdades sociales: son calles
democráticas.
No hay duda.
_______________
[1] Los seis “sestieri” en que se
subdivide Venecia están representados
simbólicamente por los seis dientes del
hierro de la góndola (la típica decoración
frontal de estas embarcaciones) y —junto con
el diente posterior que representa la isla
de Giudecca, la forma en S que evoca el
recorrido a lo largo del Gran Canal, el
pequeño arco sobre la última barra que
recuerda al Puente de Rialto (= Rivus
Altus, canal profundo) y la amplia
espiral superior que indica la cuenca de San
Marcos y el Corno Ducale (sombrero
del Dux)— proporcionan una representación
estilizada de la ciudad.
(claudio bosio / puntodincontro.mx / adaptación
y traducción
al español de
massimo barzizza)
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