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									16
									de mayo de 2013 
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									Campeche, 
									estado que forma parte de la península de 
									Yucatán, cuenta con más de 3 mil sitios 
									arqueológicos identificados, pero sólo 
									dieciocho de ellos están abiertos al 
									público. Entre éstos, Calakmul —localizada 
									en la Reserva de la Biosfera que lleva el 
									mismo nombre y declarada Patrimonio de la 
									Humanidad desde 2002— es la mayor ciudad 
									maya conocida. 
									
									Aunque se 
									requiera de un día completo de caminatas 
									incesantes para visitar todo el sitio 
									—incluyendo pirámides, palacios y edificios 
									más pequeños— se estima que esto representa 
									sólo el 2% del total del área urbana 
									original. Durante el período clásico, entre 
									los siglos III y VIII de nuestra era, fue la 
									capital del reino de Kaan y 
									probablemente llegó a tener cien mil 
									habitantes, lo que es más que la población 
									estimada de Tenochtitlan, la capital del 
									imperio azteca. 
									
									 
									mapa del sitio 
									arqueológico de CalakmulHaz clic en la imagen para descargar el PDF 
									en alta definición.
 
									
									Pero, mientras que Tenochtitlan tuvo su 
									apogeo en el siglo XV, Calakmul es de origen 
									mucho más antiguo, un origen que se remonta 
									al 400. a.C. Fue abandonada en coincidencia 
									con la Edad Media europea, como todos los 
									centros urbanos de la civilización maya, y 
									sus herederos se trasladaron a las costas y 
									comenzaron el comercio con los aztecas en 
									paz y armonía. «Esto también se explica», 
									añade Alfredo González, quien ha perdido la 
									cuenta de cuantas veces ha recorrido el 
									camino de 60 km que se adentra en la selva 
									de las Tierras Bajas, «porque los aztecas se 
									dieron cuenta de lo difícil que era doblar a 
									los mayas, y prefirieron llegar a acuerdos 
									en lugar de involucrarse en una guerra sin 
									fin». 
									
									Como prueba de su orgullo, los mayas 
									resistieron a los conquistadores españoles y 
									nunca aceptan la sumisión, aun cuando los 
									mismos aztecas fueron derrotados y 
									dispersados, dando inicio así a la mezcla 
									de razas, como recuerda el monumento de 
									Tlatelolco en la Ciudad de México: «No fue 
									triunfo ni derrota, sino el doloroso 
									nacimiento del pueblo mestizo». 
									 
									
									Ciudad de México. Zona 
									arqueológica de Tlatelolco.Placa en recuerdo de la batalla de Hernán 
									Cortés contra los mexicas
 el 13 de agosto de 1521, cuando el emperador 
									Cuauhtémoc
 fue obligado a capitular ante los españoles:
 «No fue triunfo ni derrota, sino el doloroso 
									nacimiento del pueblo mestizo».
 
									
									Con una 
									superficie de 70 kilómetros cuadrados, 
									Calakmul fue rodeada con enormes muros. Fue 
									probablemente el reino que más se involucró 
									en actividades bélicas que, sin embargo, al 
									ser distribuidas en un lapso de al menos 
									ocho siglos, dejaron espacio para largos 
									períodos de paz que permitieron no sólo el 
									desarrollo de las técnicas agrícolas —en las 
									que los mayas fueron maestros en la historia 
									de la la humanidad— sino también de la 
									astronomía y de las artes, conocimientos que 
									fueron compartidos, lo que demuestra que 
									entre las distintas ciudades de México, 
									Guatemala, Belice, Honduras y el Salvador 
									hubo intensos intercambios ventajosos y no 
									sólo agresiones mutuas. 
									 
									I murales di 
									Diego Rivera al Palazzo Nazionale di Città 
									del Messicoillustrano la Guerra di Conquista non come 
									uno scontro tra esseri umani,
 ma come il massacro degli impotenti dei 
									aztechi
 da parte degli spagnoli dall'armatura 
									lucente.
 
									
									El gran enemigo de Calakmul fue Tikal, hoy 
									en Guatemala, la única ciudad que pudo 
									hacerle frente, mientras que Palenque —que 
									se encuentra en la actualidad en Chiapas— 
									representó un caso raro de conquista 
									“total”, es decir, no sólo fueron derrotados 
									los soldados enemigos, sino que fue 
									completamente incendiada. Y hay que 
									resaltar, además, un aspecto sorprendente de 
									esta confrontación: Palenque se encuentra 
									por lo menos a 300 kilómetros de distancia y 
									los guerreros de Calakmul —un ejercito de 
									grandes dimensiones— cruzaron la selva con 
									todos los suministros y los servicios 
									logísticos a cuestas, una empresa sin duda 
									asombrosa si tenemos en cuenta las 
									características desfavorables del terreno 
									lleno de trampas. 
									
									Es por esto que los aztecas quedaron 
									impresionados por el desarrollo muscular de 
									las piernas de los mayas (evidente en sus 
									pinturas y esculturas) que fueron 
									incansables caminantes. Un fuerza similar es 
									requerida también a aquellos que quieren 
									experimentar la emoción incomparable de la 
									subida hasta la cima de la pirámide que se 
									encuentra en la Gran Acrópolis, llamada 
									Estructura II, segunda en altura después de 
									la de Sol en Teotihuacan. 
									
									Calakmul tenía unos 6,500 edificios y los 
									arqueólogos estiman que, al ritmo actual de 
									las excavaciones, se necesitarán otros siete 
									siglos para terminar por completo los 
									trabajos. En la práctica, casi al mismo 
									tiempo que los mayas tardaron en 
									construirla. Aquí se ha elegido respetar al 
									ambiente por lo que no han sido eliminados 
									los árboles de las plazas y avenidas, por lo 
									que —desde la cima de la pirámide principal— 
									se contempla un mar de verde salpicado de 
									piedra blanca. 
									
									La importancia del sitio se debe también a 
									los cientos de estelas encontradas, que 
									cuentan la historia de Calakmul a través de 
									la escritura fonética y de los glifos. Pero 
									la ciudad es principalmente un 
									extraordinario ejemplo de ingeniería y 
									arquitectura avanzada: al no contar con un 
									río o un lago cercano, dependía de una 
									compleja y sofisticada red de suministro de 
									agua para las necesidades de los ciudadanos 
									y de los canales de riego en los campos 
									aledaños. Se ha comprobado, además, que los 
									mayas incluso desarrollaron la cría de peces 
									en grandes tanques y sabían provocar su 
									reproducción en condiciones óptimas. 
									
									Las ciencias y las artes alcanzaron niveles 
									sofisticados, al igual que la escritura que, 
									por desgracia —al utilizarse papel del maíz— 
									no llegó hasta nosotros. Afortunadamente, 
									sin embargo, se conservaron los glifos en 
									las fachadas de varios edificios y en las 
									estelas, aunque las más bellas y mejor 
									conservadas han sido víctimas del robo 
									organizado y están dispersas actualmente en 
									varios países, especialmente en los Estados 
									Unidos y Gran Bretaña. Para algunas de 
									ellas, identificadas en Nueva York y 
									Chicago, México ha pedido oficialmente la 
									devolución. 
									
									Saliendo de la majestuosa Calakmul, un grupo 
									de trabajadores se dedica a tareas que 
									parecen más de jardineros que de custodios: 
									barren, recortan, eliminan las malas hierbas 
									y las lianas en una especie de “mito de 
									Sísifo” 
									[1]
									incesante, porque si no 
									mantuviesen bajo control a las plantas (que 
									normalmente el día siguiente ya están de 
									vuelta en todo su 
									
									“esplendor”), 
									le bastaría un año a la selva para tragarse 
									el sitio arqueológico completamente. Y eso 
									equivaldría a regresarlo a la época de los 
									conquistadores españoles, que nunca supieron 
									lo que estaba escondido en las profundidades 
									de la selva de Yucatán. 
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									[1] El 
									mito de Sísifo es un ensayo filosófico de 
									Albert Camus, originalmente publicado en 
									1942, en el que se discute el valor de la 
									vida utilizando la metáfora del esfuerzo 
									inútil e incesante del hombre. 
									  
									  
									
									(pino cacucci / 
									repubblica.it / puntodincontro.mx / adaptación y traducción 
									al español de 
									massimo barzizza) 
									  
									
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