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									6
									de enero
									de 2014 - 
									El 
									jamón (en italiano prosciutto) de 
									Parma es un producto típico de las tierras 
									que se extienden entre la Vía Emilia y el 
									lecho del río Enza. Es famoso en todo el 
									mundo y se caracteriza —más allá de sus 
									propiedades nutricionales— por la “corona”, 
									la marca de fuego que se estampa en las 
									piezas originales. 
											
											
											
									 La 
									tradición centenaria de los embutidos tiene 
									sus orígenes —como actividad independiente— 
									al final de la Edad Media, a partir del 
									gremio de los productores de carnes curadas 
									(Arte dei Lardaioli) —que se originó 
									como rama especializada de la asociación de 
									carniceros— una asociación creada para 
									reglamentar y proteger las labores de las 
									personas que se dedicaban a una misma 
									especialización profesional. 
									
									Pero 
									la reputación del jamón de Parma, 
									especialidad exclusiva de los productores de 
									fiambres de la zona que rodea esta ciudad 
									italiana, tiene sus raíces en tiempos aún 
									más lejanos: la época romana. Parma, que se 
									encontraba en el centro de la región que en 
									aquel entonces se conocía como Galia 
									itálica, era reconocida —según lo señalado 
									por Marco Terencio Varrón en su De re 
									rustica (Sobre las cosas del campo, 
									publicado en el 37 a.C.)— por la actividad 
									de sus habitantes que criaban grandes 
									manadas de cerdos y eran particularmente 
									expertos en la producción de jamones 
									salados. 
									
									El 
									mismo Catón, en el siglo II antes de Cristo, 
									describe ya la técnica de producción en su
									Liber de agri cultura, esencialmente 
									idéntica a la actual. A lo largo de los 
									siglos, el jamón y la técnica de preparación 
									son descritos por Polibio, Estrabón, 
									Horacio, Plauto y Juvenal. 
									
									John B. Dancer 
									escribe que cuando Aníbal en el año 217 a.C. 
									entró en Parma y fue recibido como un 
									libertador, los habitantes le ofrecieron 
									para celebrar jamones conservados en sal en 
									barriles de madera que él apreció muchísimo. 
									
									
									Referencias gastronómicas al jamón de Parma 
									también se pueden encontrar en el Liber 
									de Coquina de la segunda mitad del siglo 
									XIV y en el texto de Carlo Nascia 
									—originario de Palermo y cocinero de 
									Ranuccio Farnese— Li quattro banchetti, 
									escrito en la segunda mitad del siglo XVII. 
									El embutido parmense también se asoma entre 
									las rimas de Tassoni y en las 
									recomendaciones dietéticas contenidas en el
									Tratado sobre la naturaleza de los 
									alimentos y de las bebidas (1583) del 
									médico boloñés Baldassare Pisanelli. 
											 
											Del 
											programa de la BBC Italy Unpacked,Andrew Graham-Dixon y Giorgio 
											Locatelli llegan a Parma,
 donde el libro “Li quattro bancheti” 
											de Carlo Nascia
 ha sido recientemente restaurado..
 
									
									
									El desarrollo de la tradición y de la 
									producción de este embutido fue, sin duda, 
									influenciado por la presencia en el área de 
									Parma de manantiales salinos como por 
									ejemplo los de Salsomaggiore. La etapa 
									primitiva, totalmente artesanal, se ha 
									desarrollado gradualmente hasta alcanzar hoy 
									una alto grado de industrialización que, 
									además de mejorar significativamente las 
									condiciones de higiene, ha logrado mantener 
									intactas las características tradicionales 
									del producto. 
									
									
									Para proteger la calidad, los productores 
									constituyeron en 1963 el Consorcio del jamón 
									de Parma, que, desde entonces, supervisa el 
									procesamiento y la elección de las materias 
									primas. Además, la Comunidad Europea otorgó 
									en 1996 al más famoso fiambre italiano el 
									reconocimiento de Denominación de Origen 
									Protegida (DOP). Para utilizar este nombre 
									se requiere del registro de las normas de 
									producción, mismas que tienen que ser 
									estrictamente respetadas para poderlo 
									conservar. 
									 
									El sello que 
									garantiza la autenticidad del jamón de 
									Parma. 
									  
									
									(puntodincontro.mx / adaptación 
									de massimo 
									barzizza) 
									  
									
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