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									30 de diciembre
									de 2013 - 
									
									
									Hace veinte años, el 1 de 
									enero de 1994, el Ejército Zapatista de 
									Liberación Nacional (EZLN) anunció al mundo 
									un levantamiento armado en el estado de 
									Chiapas, en el sur de México, en abierto desafío al poder central 
									y al neo-liberalismo, en el mismo día que 
									entró en vigor el Tratado de Libre Comercio 
									de América del Norte (TLCAN). Una acción que 
									ha dejado su huella, pero cuyo encanto en 
									muchos aspectos ha resultado efímero.
 
									
									Después de años de 
									preparación en la clandestinidad, el EZLN 
									lanzó su Declaración de la Selva Lacandona y 
									el mundo descubrió el perfil misterioso y 
									carismático de su anti-líder: aquel 
									Subcomandante Marcos —en uniforme verde, 
									jorongo tradicional y pasamontañas negro 
									para cubrir el rostro, sosteniendo una 
									metralleta Uzi— que denunció «los límites de 
									la lucha legal» y declaró su guerra al 
									gobierno mexicano. 
									
									«El problema de esta guerra 
									es político, se trata de una medida 
									extrema», dijo en ese entonces Marcos, 
									presentando una serie de metas para la lucha 
									zapatista, que a partir de la defensa de los 
									derechos de las poblaciones indígenas, 
									pretendía articular una nueva ideología 
									revolucionaria, surgida de una 
									interpretación posmoderna del marxismo, con 
									influencias autoproclamadas del pensamiento 
									de Antonio Gramsci.La guerrilla del EZLN duró en realidad sólo 
									cuatro días, durante los cuales más de 100 
									personas murieron en enfrentamientos con el 
									ejército mexicano. Después, rápidamente, se 
									llegó a una tregua y a un proceso de diálogo 
									entre los zapatistas y el gobierno central, 
									que se interrumpió en 2006, cuando el 
									Congreso rechazó una ley sobre derechos y 
									cultura indígena que recogía las demandas 
									del movimiento.
 
									
									En 2004, por otra parte, se 
									inició la llamada segunda fase del proceso 
									zapatista, con la creación de los Caracoles 
									y de las Juntas de Buen Gobierno, 
									instrumentos de autogobierno que funcionan 
									de forma independiente en Chiapas, 
									reconocidos de facto, pero no legalmente, 
									por las autoridades mexicanas. 
									  
									
									(lastampa.it / puntodincontro.mx / adaptación 
									de massimo 
									barzizza)  
									  
									
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