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									septiembre de 2013 - 
									Mateo y Laura, 
									novios, en sus 30's y con una hipoteca sobre 
									sus hombros, llegan todos los días desde 
									Santhià (en provincia de Vercelli), a los 
									semáforos de Viale della Liberazione justo 
									abajo de las nuevas torres residenciales de 
									Porta Nuova. Al otro lado de la calle está 
									Daniel, 31 años, de Santiago de Chile, que 
									divide su tiempo entre Milán y Berlín, donde 
									lo está esperando su novia que en febrero le 
									dará un hijo. 
									
									Recorriendo Via Melchiorre Gioia, en la 
									intersección con Via Tonale, está Miguel 
									Ángel, de 18 años, estudiante de ingeniería 
									automotriz en la Ciudad de México, que llegó 
									de Madrid con una visa de turista válida por 
									3 meses. 
									A 
									la altura de Viale Lunigiana están Xavi, 24 
									años, ingeniero de sonido de Barcelona («Me 
									convierto en artista callejero cuando no 
									encuentro actividad para mi verdadera 
									profesión. En casa tengo un hijo que 
									mantener»), y Eva, argentina de 33 años. 
									
									Volviendo al centro —sobre Viale Elvezia, 
									junto a la Arena— otros dos mexicanos 
									——Andrés, de 19 años y estudiante de 
									publicidad, y Diego, de 21 años, inscrito a 
									la facultad de Ingeniería Mecánica— trepados 
									en sus monociclos, forman “El Circo 
									Rodante”. 
									Y 
									luego hay alemanes, checos, brasileños... 
									artistas callejeros que se especializan en 
									representaciones que duran unos 30-40 
									segundos (más otros 15 para recoger las 
									propinas), o sea el tiempo que pasa entre el 
									alto y el siga de un semáforo. 
									 
									
									“El Circo Rodante” de los mexicanos Andrés y 
									Diego en las calles de Milán. 
									
									Es el circo que se pone en escena todos los 
									días en las intersecciones más transitadas 
									de la ciudad. Malabaristas, mimos, payasos, 
									a cambio de dinero, entretienen a los 
									automovilistas formados. «En cuatro, seis 
									horas de trabajo alcanzo a ganar 50 euros», 
									dice Daniel el chileno. Miguel Ángel, que 
									está recorriendo Europa («Después de Milán 
									voy a ir a Bruselas y a Toulouse»), hace 
									comparaciones con España: «Es mejor aquí que 
									en Madrid, allá la crisis se siente más y 
									cuando mucho lograba ganar 20 euros 
									diarios». Los dos muchachos del Circo 
									Rodante tuvieron que volver a comprar el 
									equipo que les fue «incautado por la policía 
									en Barcelona, donde también nos dieron una 
									multa de 1,000 euros». 
									
									¿Es más fácil trabajar en Milán? «Sí, aquí 
									los agentes pasan y, cuando mucho, nos piden 
									que nos vayamos. Pero nos dejan en paz». El 
									verdadero problema para los artistas del 
									semáforo son los gitanos que dirigen la 
									organización de los mendigos y de los 
									limpiavidrios. Daniel dice que «sólo hay que 
									llevarse bien con ellos y no molestarlos. Y 
									además también tienen sus mañas: ¿ves ese 
									que pide limosna sin un brazo? De hecho, el 
									brazo lo tiene, pero lo mantiene escondido 
									debajo de su chaqueta. ¿Lo hace bien, 
									verdad?». Mateo y Laura, en cambio, son 
									vigilados por quien controla la intersección 
									de Melchiorre Gioia, una mujer gitana 
									pelirroja que permanece todo el día en la 
									zona verde junto al edificio de Telecom. 
									
									La pareja piamontesa está en Milán «porque 
									Turín ya está saturada de artistas de la 
									calle». Utilizan clubes, la herramienta base 
									de los malabaristas, y tienen una regla que 
									siempre observan: «Si un club se nos cae, 
									agradecemos a los automovilistas con una 
									sonrisa, pero no pedimos dinero. No sería 
									honesto». Se pone el siga y arrancan los 
									coches. Intentarán de nuevo durante el 
									siguiente alto. 
									  
									
									(roberto 
									rizzo / corriere.it / puntodincontro.mx    
									/ adaptación y 
									traducción al italiano de
									
									massimo barzizza)  
									  
									
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