14 de agosto de 2014 -
Sólo durante la semana de ferragosto
—la tradicional festividad de verano en
Italia—, a las nueve de la mañana, encontré
ocupados todos los espacios de
estacionamiento en la zona costera de
Giulianova, histórica ciudad de la región de
los Abruzos y uno de los centros balnearios
más populares del Adriático central.
La semana anterior esos lugares estaban
libres, ampliamente disponibles y había
muchas sombrillas vacías en los
establecimientos equipadísimos, elegantes y
bien amueblados. En resumen, sólo durante
esta semana se registró el ritual “lleno” de
este periodo vacacional.
Este año —a causa de las lluvias
persistentes del mes de julio y por razones
bien conocidas de tipo económico— las
masivas vacaciones de verano se han
restringido a unos cuantos días del mes de
agosto mientras el calor del verano nos
regala finalmente días cálidos y serenos,
con un agradable y suave brisa de mar.
Puede ser interesante saber que la palabra “ferragosto”
proviene del latín feriae Augusti. La
festividad, instituida por el emperador
Augusto para celebrar sus triunfos, estaba
vinculada a antiguos rituales que celebraban
las cosechas y el final de los trabajos en
el campo.
Por lo tanto, los orígenes de este periodo
vacacional italiano están relacionados con
una combinación de celebración política y
antiguas tradiciones agrícolas. A esto se
añadió más recientemente —en los años veinte
del siglo pasado— la tradición popular de
los trenes de “ferragosto” a precios
reducidos, a partir de los cuales muchos
italianos vieron por primera vez el mar o
las montañas.
Además, la Iglesia católica eligió este día
para conmemorar la Asunción de la Virgen
María. En resumen, el 15 de agosto se
convirtió, por así decirlo, en una fiesta
obligatoria para todos, un ritual colectivo,
una ocasión de encuentro para las familias y
los amigos, así como una fuente importante
de ganancias para los operadores en el
sector turismo.
En el contexto de la reciente controversia
sobre la frase “Vu cumprà”
[1], utilizada recientemente por un
destacado político italiano en tono
despectivo en contra de los vendedores
ambulantes extranjeros que operan en
nuestras ciudades, calles, plazas y playas,
me gusta recordar el encuentro con un
senegalés que vende libros en la playa de
Giulianova.
No libros de autores italianos, sino de
escritores senegaleses, traducidos al
francés y producidos en italiano por una
pequeña editorial, Modu Modu Edizioni de
Papa Ngady Faye. «El proyecto Modu Modu
—explica Papa Ngady Faye en su blog— es
ambicioso: traer lo mejor de la literatura
africana a Italia, dando a conocer a los
italianos toda la riqueza cultural y el
valor literario de las obras que, poco
traducidas al italiano, permanecen
inaccesibles para muchos, fuera de las
universidades que tienen que ver con las
culturas de los países ex-coloniales».
«Pretendemos
lograr —continúa el autor— que los
vendedores ambulantes de libros caminen
entre la gente sintiéndose orgullosos de su
trabajo, conscientes de llevar en sus manos
preciosas piezas de su cultura. Queremos que
se sienten embajadores de su país en Italia,
ya que, en el ámbito cultural, hay países
ricos ni pobres».
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[1] Vucumprà o vu cumprà es un
neologismo que se difundió en Italia en los
setentas para indicar, en forma despectiva,
a los vendedores ambulantes de origen
africano que ejercen actividades
comerciales. La palabra quiere imitar la
pronunciación de la frase “vuoi comprare?”
(¿quieres comprar?) distorsionada por los
inmigrantes no comunitarios con poco dominio
del idioma italiano.
(emanuela
medoro
/ puntodincontro.mx / adaptación y
traducción al español de
massimo barzizza)
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