La mala suerte, anécdotas y curiosidades. De Claudio Bosio.

 

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30 de enero de 2017 - “Jella”, en italiano, significa “desgracia”. La etimología de la palabra parece derivar del verbo latín jactare (lanzar). Para entender la analogía, hay que remontarse a los métodos antiguos de navegación: cuando un barco tenía que enfrentar una fuerte tormenta, la tripulación trataba de aligerar el peso echando al agua toda la carga posible. De este modo aumentaba la probabilidad de salvarse de un ahogamiento, pero, al mismo tiempo, se perdían todas las mercancías transportadas.

Y eso era, sin duda, una gran desgracia.

Contra la mala suerte, como se suele decir, uno se topa.

Dos pueden ser las causas: circunstancias negativas fortuitas o un hechizo perpetrado por un gafe (también llamado ave del mal agüero, ya que, en tiempos remotos, se analizaba el comportamiento de las aves y, a partir de ello, se sacaban relaciones entre algunas de ellas y la desgracia).

Debe tenerse en cuenta que cualquier persona que trae mala suerte no lo hace intencionadamente.

El gafe no tiene ninguna intención maliciosa cuando lanza el mal de ojo a su alrededor. Se debe a que éste es su instinto: es un portador natural de mala suerte y ya. Pero ¿Cómo podemos salvarnos de la influencia negativa de estos individuos?

Debemos hacer uso de “amuletos” (del latín a-molior, alejar).

El amuleto de la suerte por excelencia es el cuerno, estrictamente rojo y de coral. El cuerno no se compra, se regala. En caso de necesidad (por ejemplo, si un gato negro cruza la calle en frente de nosotros, o si pasamos descuidadamente debajo de una escalera) se tiene que frotar vigorosamente entre los dedos.

Otro amuleto muy popular es la herradura, un talismán que tiene orígenes militares. En el ejército romano las tropas marchaban a pie y sólo los jefes iban a caballo; la pérdida de una herradura provocaba la detención de la marcha y, por lo tanto, un anhelado para los soldados.

Pero, además de la utilización de amuletos, los que son supersticiosos deben evitar situaciones y / o cosas que se consideran verdaderas propiciadoras de la mala suerte. Es bien sabido que algunos números tienen esta característica.

Por ejemplo, el 13, porque ese fue el número de participantes en la Última cena. De este hecho parece haber nacido a la costumbre de evitar banquetes de trece personas, bajo pena de muerte para el decimotercer invitado.

El evento que, para muchos, representa la evidencia tangible para demostrar que el 13 es un número de mala suerte, es la misión del Apolo 13. La nave espacial fue lanzada el 11 de abril de 1970 a las 19:13:00 GMT, desde la plataforma N°39 (tres veces trece) de Cabo Cañaveral en Florida.

La hora local en Texas, donde se llevaba a cabo el control de la misión, correspondía a las 13:13. Durante el vuelo hacia la Luna, el tanque de oxígeno número 2 explotó (después de que el centro de control pidiera a la tripulación mezclar su contenido para evitar la estratificación) a causa de una chispa que se generó al abrir la salida del gas.

Como resultado, la tripulación se vio obligada a cancelar el alunizaje, girar alrededor de la Luna y tomar el impulso necesario para volver a la Tierra (¡un verdadero milagro, más que mala suerte!).

También se dice que el número 17 es desafortunado. Esta creencia se debe a la forma en que los romanos lo escribían: XVII, que, en anagrama, se convierte en VIXI, que significa viví, por lo que “ahora estoy muerto”.

En el diccionario se puede encontrar una palabra extraña: tetrafobia, que indica una forma de aversión o miedo al número 4.

En China, el 4 es considerado de mala suerte por el hecho de que, aunque se escribe de manera diferente, se pronuncia “si”, el mismo sonido con el cual se lee el ideograma utilizado para representar a la muerte.

Del mismo modo, en japonés y coreano, las palabras que indican el cuatro, shi (en japonés) y sa (en coreano), tienen un sonido idéntico al de la palabra muerte en ambos idiomas. En estos países, en los hoteles, edificios de oficinas, departamentos y hospitales, los pisos con estos números a menudo se omiten.

Por ejemplo, en Hong Kong, en algunos rascacielos (como el Vision City y The Arch) no hay rastro de todos los pisos entre el 40 y el 49: inmediatamente después del piso 39 sigue el 50.

Botones de un ascensor en un complejo residencial de Shangai.
Faltan los pisos 4, 13 y 14.

En las bodas u otros eventos sociales, frecuentemente se evita numerar las mesas 4, 14, 24, etc. En muchos complejos residenciales, los números correspondientes a las viviendas 4, 14, 24, etc. a menudo se reemplazan con 3A, 13A, 23A, etc. Del mismo modo en las macetas bonsái nunca se ponen cuatro plantas.

El color púrpura es considerado tabú por muchos actores de teatro. Esto se debe a que, en la Edad Media, en el período de la Cuaresma (durante el cual los sacerdotes llevaban vestimentas de ese tono), estaban prohibidas las representaciones teatrales, por lo que los actores se veían obligados a una inactividad forzada ... y a apretarse el cinturón por falta de ingresos.

Uno de los más conocidos eventos desafortunados es representado por un gato negro que se nos cruza en el camino. En la Edad Media, los gatos se asociaban con el diablo, a tal punto que era suficiente poseer un gato negro para ser acusados de brujería y quemados en la hoguera.

También pasar debajo de una escalera se considera un mal presagio, probablemente porque la acción en sí misma es peligrosa. Encender un cigarrillo a tres fumadores es algo que debe absolutamente evitarse.

Se dice que en a Segunda Guerra Mundial, durante las patrullas nocturnas formadas por tres soldados, el soldado más joven encendía primero los cigarros de los otros dos compañeros (mayores) y después el suyo. Los francotiradores enemigos conocían muy bien esta costumbre esperaban, para disparar, la aparición de la tercera lumbre. Tocaba así a los más jóvenes morir en esas circunstancias.

No es muy conocida la superstición vinculada a los tatuajes. Deben ser en número impar. Esta creencia parece venir de la costumbre de los marineros, en su primer viaje, de hacerse un tatuaje en cada puerto al que llegaba su barco: uno en el puerto de “casa”, uno en el puerto de llegada y otro de regreso al puerto de origen. Tener sólo dos, por lo tanto, significaba estar en lejos de casa o de otro modo no haber podido terminar el viaje debido a causas adversas que impedían el retorno con los seres queridos.

En última instancia, la superstición anti-mala suerte es una manera irracional con la que el hombre exorciza sus miedos. Todos, cultos o ignorantes, jóvenes o viejos, alguna vez hemos cedido ante la duda: «No es cierto, pero tomo mis precauciones», dijo el filósofo, historiador y político Benedetto Croce, o «No es cierto, pero lo creo», de acuerdo con la versión teatral de Peppino de Filippo, uno de los más grandes actores cómicos italianos del siglo XX.

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(claudio bosio / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al español de massimo barzizza)