20 de julio de 2014 -
Muchas fiestas en México tienen sus orígenes
en la época prehispánica. Con la llegada de
los españoles, el proceso de colonización
obligó a los indígenas a disfrazar sus
rituales o a suspenderlos definitivamente
para comenzar a adorar a las nuevas deidades
“importadas”. Su religión, entonces, se
volvió monoteísta y sus ofrendas a partir de
ese momento tuvieron que ser dedicadas a
santos y vírgenes. No más sacrificios, no
más danzas... habían terminado las fiestas
en honor a los dioses del agua, del fuego,
de la guerra o del maíz.
La génesis del colorido y alegre festival de
la Guelaguetza, no es la excepción. Esta
celebración se vincula al culto de Centeótl,
diosa zapoteca del maíz. Se le ofrecía un
sacrificio en el cerro Tani Lao, (que en
zapoteco quiere decir “cerro de Bella
Vista”) donde una joven era decapitada para
simular la separación de la mazorca de maíz
madura, de la caña madre.
En el periodo postclásico, los guerreros
aztecas construyeron una fortaleza en ese
lugar por mandato del tlatoani Ahuízotl.
Así en 1486 fundaron Huaxyacac (en náhuatl
significa “cerro de la nariz de los huajes”).
Este cerro es el actualmente llamado “cerro
del Fortín”, el cual, además de ser el
corazón de las fiestas, es el origen de la
ciudad de Oaxaca.
Los evangelizadores, ya en la época
colonial, notaron que los indígenas seguían
asistiendo al cerro e hicieron coincidir la
celebración prehispánica con la fiesta de la
Virgen del Carmen, que se celebraría el
domingo 16 de julio. Cuando la fecha no
cayera en domingo, se festejaría el primer
lunes posterior a esa fecha y el segundo
lunes, ocho días después. Así nacieron las
fiestas de los “Lunes del Cerro”, como
también es conocida la Guelaguetza.
En 1932 se cumplieron 400 años de que Oaxaca
fuera catalogada como ciudad, de acuerdo a
una cédula real. Para conmemorar el
acontecimiento, después de las festividades
de la Virgen del Carmen, se reunieron
diferentes etnias y honraron sus raíces con
bailes, espectáculos y tradiciones de cada
región oaxaqueña. Al finalizar la fiesta,
cada pueblo les otorgó a los demás una
guelaguetza, que en zapoteco significa
“ofrenda o presente”.
A
partir de ese momento, el evento se comenzó
a realizar cada año hasta convertirse en una
tradición que fue incorporada a los festejos
de los Lunes del Cerro hasta que, en 1953,
las dos recurrencias quedaron
definitivamente unidas.
Desde entonces, cada mes de julio las ocho
regiones del Estado de Oaxaca se reúnen para
presentar sus bailes, su indumentaria y sus
tradiciones a México y al mundo, dando vida
así a una de las fiestas étnicas más
populares de América Latina.
Los Valles Centrales, la Sierra Juárez, la
Cañada, Tuxtepec, la Mixteca, la Costa,
Sierra Sur y el Istmo de Tehuantepec, crean
un espléndido mosaico cultural.
Durante los dos lunes siguientes al 16 de
julio, la ciudad de Oaxaca se llena de
ferias, de mole, mezcal, tamales y todo tipo
de muestras gastronómicas regionales;
bailes, conciertos y desfiles;
representaciones de leyendas, exposiciones
fotográficas y videos. Así como un sinfín de
actividades alternas en las poblaciones de
las ocho regiones.
La Guelaguetza es mucho más que folclor, es
la manera en que Oaxaca muestra al mundo sus
raíces, además de valores como la hermandad
y la solidaridad entre las personas y sus
comunidades. Eso es la Guelaguetza, un
regalo.
(natalia
arroyo tafolla / wikimexico.com /
puntodincontro.mx / adaptación y traducción
al italiano de massimo barzizza)
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