19 giugno 2012 - Era il 16 aprile 1964 quando
l'imponente figura di Tlaloc, il dio azteca della pioggia, arrivò a Città
del Messico. Il suo trasferimento da Coatlinchán, un villaggio dello Stato
del Messico, non fu privo di ostacoli. Ciononostante, l'impresa storica e
tecnica fu compiuta in un solo giorno e, alle otto di sera —mentre si
trovava davanti alla piazza centrale della capitale—, la divinità attirò un
temporale che inondò diversi quartieri.
A quasi mezzo secolo dall'arrivo della statua
—che si torva attualmente all'angolo di Paseo de la Reforma e avenida
Gandhi— e dall'inaugurazione del Museo Nazionale di Antropologia (MNA),
l'Istituto Nazionale di Antropologia e Storia (INAH) ha messo in marcia
un'iniziativa per realizzare il restauro completo del monolito di 165
tonnellate e sette metri di altezza, che risale al IV-VI secolo d.C.
Laura Filloy Nadal, direttrice del laboratorio
di conservazione del MNA, ha segnalato che l'intervento sulla scultura, la
piattaforma che la sostiene e la fontana che la circonda, è uno dei progetti
prioritari dell'Istituto per cui si sta realizzando uno studio per
determinare le caratteristiche del terreno e le condizioni precise del
monumento precolombiano. L'inizio dei lavori è previsto per il mese di
luglio.
L'esperta ha aggiunto che l'intervento è stato
programmato in due fasi: la prima si occuperà della struttura portante e
della fontana che presenta un'inclinazione di alcuni centimetri sul lato
sud, che fa sì che lo scarico dello specchio d'acqua abbia luogo su uno solo
dei suoi lati. La seconda fase, ha continuato la Dott.ssa Filloy, si
centrerà sulla valutazione complessiva dello stato di conservazione della
scultura che è sempre stata all'aria aperta e, di conseguenza, ha sofferto
in alcune zone gli effetti dell' esposizione al sole, dato che solo da un
lato riceve la protezione degli alberi. Saranno inoltre valutati gli effetti
dell'esposizione all'inquinamento prodotto dai veicoli che circolano lungo
Paseo de la Reforma.
(milenio.com / puntodincontro)
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19 de junio de 2012 -
Fue el 16 de abril de 1964 cuando la imponente figura de
Tláloc, el Dios de la Lluvia, llegó a la Ciudad de México. Su traslado desde
el pueblo de Coatlinchán, Estado de México, no estuvo exento de tropiezos.
Aun así, la hazaña histórica y técnica se cumplió en una sola jornada, y a
las ocho de la noche, ya frente a la plancha del Zócalo, la deidad atrajo
una tormenta que inundó varias colonias de la capital.
Cerca de cumplirse medio siglo de la llegada de la deidad a su ubicación
actual: la esquina de Paseo de la Reforma y Gandhi, y de la inauguración del
Museo Nacional de Antropología (MNA), el Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH-Conaculta) puso en marcha un proyecto para llevar a cabo la
restauración integral del monolito de 165 toneladas y siete metros de altura
que data de los siglos IV-VI.
Laura Filloy Nadal, encargada del Laboratorio de Conservación del MNA,
señaló que la intervención de la escultura, así como de la plataforma que la
sustenta y la fuente que la rodea, es uno de los proyectos prioritarios, de
manera que se emprendió un diagnóstico para determinar la mecánica de suelo
y el estado de conservación que guarda el monumento prehispánico. Se espera
que apartir de julio se inicie su restauración.
La experta abundó que la intervención del monolito se ha planeado en dos
fases: la primera tiene que ver con la estructura que lo soporta y la fuente
que lo rodea, pues ésta presenta inclinación de varios centímetros en el
lado sur, lo que provoca que el espejo de agua sólo escurra por uno de sus
lados. La segunda fase, abundó la doctora Filloy, es el diagnóstico integral
de la escultura que siempre ha estado a la intemperie y, por lo tanto, ha
sufrido en algunas partes los efectos de su exposición al sol, pues sólo en
uno de sus costados tiene protección de los árboles, así como la exposición
a la contaminación producida por los automotores que circulan por la avenida
Reforma.
Reconoció que “el estado general de conservación del monolito es bastante
bueno, pero hemos observado algunas fisuras y grietas; también restos de
hollín y crecimiento de musgo en algunas zonas”.
La restauradora a cargo de los proyectos especiales del Laboratorio de
Conservación del MNA, dijo que en 1997 la restauradora Frida Montes de Oca
hizo una primera propuesta de intervención de la escultura. Adelantó que el
público podrá ser testigo de este proceso, ya que los especialistas
trabajarán durante el día, y se colocarán cédulas informativas acerca de su
labor.
Una historia accidentada
La existencia del monolito, en el pueblo de San Miguel Coatlinchán del
municipio mexiquense de Texcoco, se conocía desde tiempos de la Colonia.
Cuenta la leyenda que los habitantes del pueblo escondieron la existencia de
la “Piedra de los Tecomates”, como solían llamar a la enorme escultura
prehispánica, del afán iconoclasta de los conquistadores españoles.
El arqueólogo Felipe Solís (1944-2009), ex director del MNA, recordaba que
en 1882 el entonces director del Museo Nacional de México, Gumersindo
Mendoza, junto con Jesús Sánchez y el artista José María Velasco, fueron
quienes redescubrieron el monolito.
Tiempo después el arqueólogo de Porfirio Díaz, Leopoldo Batres, designó la
escultura como el “Dios de la Lluvia”: Tláloc, aunque hay quien aún insiste
en que el coloso representa a la diosa Chalchiuh-tlicue, “la de la falda de
piedras preciosas”, diosa azteca de los lagos y corrientes de agua. Se
cuenta que Batres tuvo la intención de llevar a Tláloc hasta la Ciudad de
México en un tren de carga, pero su enorme peso y tamaño lo hicieron
desistir de tal empresa.
Solís rememora que fue el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, junto con los
ingenieros Cué y Valle Prieto, así como los arqueólogos Luis Aveleyra y
Ricardo de la Robina, quienes emprendieron la tarea de trasladar el
monolito, para lo cual “se construyó un armazón de viguetas de acero que
permitió levantar el monumento con cables del mismo material”.
(milenio.com / puntodincontro) |